En un giro irónico de eventos, Noruega, esa nación autodenominada "desarrollada" y defensora de la sustentabilidad, ha dejado a más de uno con la boca abierta al aprobar el deep-sea mining, una práctica conocida por ser una de las peores opciones para la vida marina y, por ende, para el propio planeta.
Mientras se pavonean por la escena internacional como campeones de la conciencia ambiental, Noruega no ha dudado en señalar con el dedo a otras naciones por no ser lo suficientemente "verdes". Sin embargo, al mirar más de cerca, resulta que su compromiso con la sustentabilidad tiene un precio bastante alto.
La aprobación del deep-sea mining, una actividad que amenaza con desencadenar consecuencias irreversibles en los ecosistemas marinos, pone en duda la coherencia de las políticas ambientales noruegas. ¿Es realmente posible ser un defensor de la ecología mientras se respaldan prácticas destructivas como esta?
Quizás Noruega debería reconsiderar su posición antes de lanzar más piedras desde su aparente casa de vidrio verde. En el juego de la sostenibilidad, aprobar el deep-sea mining parece ser una carta que contradice directamente las palabras de cuidado ambiental pronunciadas anteriormente. ¿O acaso la sustentabilidad es solo un eslogan conveniente cuando es políticamente conveniente?
Noruega se ha convertido en el primer país en aventurarse en la controvertida práctica de la minería en alta mar a escala comercial. La ley, aprobada el martes, busca acelerar la búsqueda de metales preciosos en las profundidades oceánicas, una movida que ha generado preocupaciones entre los científicos ambientales sobre su impacto devastador en la vida marina.
El gobierno noruego, en su afán de abrir un nuevo frente para la extracción de minerales esenciales en las tecnologías verdes, ha desatado una tormenta de críticas. La propuesta se enfoca en las aguas noruegas, pero las miradas están puestas en un posible acuerdo sobre la minería en aguas internacionales este año, extendiendo la frontera de la avaricia más allá de las aguas nacionales.
A pesar de las advertencias de los científicos ambientales sobre los posibles estragos en el océano profundo, el gobierno noruego asegura que está siendo cauteloso, emitiendo licencias solo después de exhaustivos estudios ambientales adicionales.
La apertura de 280,000 kilómetros cuadrados de aguas nacionales para la explotación de minerales, ¡una superficie más grande que el Reino Unido!, ha levantado cejas y generado incredulidad sobre la prudencia de tal medida.
Walter Sognnes, cofundador de la empresa minera noruega Loke Minerals, que planea sumergirse en esta nueva fiebre del oro marino, reconoce la necesidad de entender el océano profundo antes de iniciar la minería. Sin embargo, sus palabras suenan a medias cuando admite que se requerirá un "período relativamente largo de actividad de exploración y mapeo para cerrar la brecha de conocimiento sobre el impacto ambiental".
Las voces disidentes no se hacen esperar. Martin Webeler, activista de océanos e investigador en la Environmental Justice Foundation, califica la decisión de "catastrófica" para el hábitat oceánico y acusa al gobierno noruego de hipocresía al desestimar los consejos científicos mientras proclama su compromiso con los estándares ambientales más altos.
La discrepancia con la Unión Europea y el Reino Unido, que solicitan una prohibición temporal debido a preocupaciones medioambientales, resalta la tensión internacional en torno a esta polémica medida. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) agrega su voz a la crítica, advirtiendo sobre la posibilidad de contaminación acústica y lumínica, así como daño a hábitats vitales.
La resistencia no solo proviene del exterior; expertos noruegos también han cuestionado la validez de la propuesta. El Instituto de Investigación Marina de Noruega (IMR) señala suposiciones infundadas y lagunas de conocimiento en la evaluación de impacto del gobierno, sugiriendo que se necesitan años adicionales de investigación sobre los impactos en las especies.
A pesar de este frente unido de detractores, el gobierno noruego mantiene su curso, insistiendo en que no permitirá que las empresas comiencen la perforación de inmediato. Se requerirán propuestas detalladas, incluidas evaluaciones ambientales, para obtener licencias que serán revisadas caso por caso por el parlamento.
Mientras Noruega apunta a un horizonte lleno de minerales, los críticos abogan por invertir más en reciclar y reutilizar minerales ya extraídos en tierra. La Environmental Justice Foundation sugiere que una mejor recolección y reciclaje de teléfonos móviles podría recuperar hasta el 10% de la producción anual de cobalto.
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La ironía no escapa a la crítica sarcástica de aquellos que observan con escepticismo este salto hacia el "oro azul". ¿Se necesitan inversiones privadas para explorar los misterios del océano profundo, o es esta una justificación para desencadenar una fiebre del oro bajo el disfraz de la investigación?
En un mundo donde la conciencia ambiental está en alza, la propuesta noruega plantea una pregunta fundamental: ¿es la minería en alta mar un paso adelante hacia un futuro sostenible o un riesgo ambiental que simplemente nos sumerge en aguas turbulentas? Mientras la carrera por los minerales marinos avanza, el mundo observa con escepticismo, preguntándose si el precio de estos tesoros será el desgaste irreversible de los océanos que tanto nos esforzamos por proteger.
/////////Vía: BBC | Imagen: GettyImages
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