El mundo acaba de cruzar un umbral alarmante: 2024 ha sido confirmado como el año más cálido registrado, con temperaturas globales que superaron, por primera vez, 1.5 grados Celsius por encima de los niveles preindustriales (1850-1900).
Es más que un récord; es una señal de alarma que resuena desde cada rincón del planeta.
Según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), los últimos diez años han sido los más cálidos jamás registrados. No se trata de un hecho aislado, sino de una tendencia clara que nos enfrenta a un cambio climático implacable, alimentado por emisiones sin precedentes de gases de efecto invernadero.
“La historia del clima se está escribiendo ante nuestros ojos”, advierte Celeste Saulo, secretaria general de la OMM.
El aumento de temperaturas ha traído consigo una cascada de desastres: niveles récord en la temperatura de los océanos, ciclones más intensos, derretimiento de glaciares y fenómenos extremos que no perdonan a ninguna región.
El programa Copernicus detalla que este año rompió récords de calor en todos los continentes, excepto en la Antártida y Australasia. Europa, por ejemplo, se está calentando al doble de la velocidad promedio global desde la década de 1980.
Y en México, el impacto ha sido devastador: olas de calor prolongadas en mayo dejaron decenas de muertes humanas y de vida silvestre, además de exacerbar una sequía generalizada.
¿Qué pensamos en #PlanetaB?
¿Cuánto más podemos ignorar? Cada fracción de grado cuenta, y aunque superar 1.5 °C en un año no invalida el Acuerdo de París, sí nos recuerda lo cerca que estamos de un punto de no retorno. Este récord es una advertencia tangible de que el cambio climático no es un problema abstracto del futuro, sino una crisis que ya está aquí.
El mensaje es claro: no podemos permitirnos la inacción. Las decisiones que tomemos ahora determinarán si las próximas generaciones vivirán en un mundo donde la supervivencia esté en constante negociación con los caprichos de un clima fuera de control.
Es tiempo de actuar. Las soluciones existen, pero necesitan voluntad política, compromiso social y acciones inmediatas. Porque no hay termómetro que mida el costo de nuestra indiferencia.
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