La Selva Amazónica es el bosque tropical más extenso del mundo, llegando a una extensión de 7 millones de kilómetros cuadrados repartidos entre nueve países, de los cuales Brasil y Perú poseen la mayor extensión; es una de las ecorregiones con mayor biodiversidad en el planeta y un pilar en el combate contra la crisis climática.
Lamentablemente, el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, amenaza con sus garras y codicia este espacio, poniendo en peligro la continuidad del Fondo Amazonia, el mecanismo de cooperación internacional que más recursos ha aportado para reducir los gases de efecto invernadero por la deforestación.
Noruega, el principal donante, anunció la congelación de ayudas para los proyectos de conservación del Amazonas por 30 millones de euros después de que el Gobierno brasileño cambiara de forma unilateral al equipo directivo que gestiona el fondo.
Alemania, el otro país patrocinador, ya suspendió el pasado sábado una aportación similar, aunque fuera del fondo y debate revisar su contribución al mismo.
Bolsonaro respondió como solo un ‘líder’ con nula conciencia ambiental podría hacerlo.
“...Tengo un mensaje para la querida Angela Merkel: toma tu dinero y reforesta Alemania. Lo necesitas mucho más allí que aquí...", dijo el pasado miércoles.
"...¿No es Noruega la que mata ballenas en el Polo Norte? Tomen su dinero y vayan a ayudar a Merkel a reforestar Alemania...", añadió un día después, tras conocer la decisión de Oslo.
Ambos países son los que, junto a la petrolera estatal brasileña Petrobras, aportan dinero al Fondo Amazonia, que, desde su creación en 2008, ha financiado 103 proyectos para la preservación de un ecosistema vital para contener el calentamiento global.
Noruega es, por mucho, el mayor donante, ha trabajado con Brasil para proteger la selva amazónica durante más de una década y aportando al fondo cerca de 1,200 millones de euros (el 94 por ciento), seguido por Alemania, con 68 millones (el 5 por ciento).
Desde hace unos meses, representantes de ambos países negocian con el Gobierno del ultraderechista ante su intención de realizar cambios en el funcionamiento del fondo.
Entre otras medidas controvertidas, pretendía que se pudiera utilizar el presupuesto para indemnizar a terratenientes expropiados o a los que se prohibieran actividades productivas en las áreas protegidas.
El jueves, Noruega suspendió la aportación al fondo correspondiente a 2019, luego que Brasil, además de cambiar al cuerpo directivo del mecanismo, canceló el comité técnico que selecciona los proyectos a financiar.
"...No podían hacerlo sin nuestro consentimiento. Lo que ha hecho Brasil demuestra que ya no quieren detener la deforestación...", afirmó Oslo.
El sábado, Alemania congeló 35 millones de euros en ayudas destinadas a nuevos proyectos de conservación de la selva y programas de biodiversidad.
"...Las políticas del Gobierno brasileño en el Amazonas despiertan dudas sobre si aún están persiguiendo el objetivo de reducir de forma sostenida la tasa de deforestación...", declaró el Ministerio de Medio Ambiente de Alemania.
La decisión de Noruega y Alemania supone un nuevo golpe para Bolsonaro en relación a sus políticas de lucha contra la deforestación.
La publicación de los datos oficiales de destrucción de la selva tropical a principios de agosto abrieron una crisis en su propio equipo de Gobierno, cuando el Presidente negó su validez y destituyó a Ricardo Galvão, director del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE, en portugués), organismo responsable de las mediciones.
Según los datos del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE), la Amazonia ha perdido 5,879 km2 en los últimos 12 meses, esto es más del 40% que en 2018.
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Vía: El Páis Imagen: El País