El estado del medio ambiente en México no solo es preocupante, es indignante. Para el 2025, cada hectárea de área natural protegida recibirá apenas 10.2 pesos. Esta cifra irrisoria refleja el presupuesto más bajo en tres sexenios y deja a la vista una dura verdad: el medio ambiente nunca ha sido prioridad para el gobierno mexicano, ni siquiera en un contexto de crisis climática global.
Según el informe “Cuidar lo que importa”, de la coalición Nossa, el presupuesto asignado a la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) ha caído un 81% en los últimos 18 años. Es un golpe directo a la conservación de casi 100 millones de hectáreas, en un país que, irónicamente, presume su riqueza natural y su biodiversidad única.
La contradicción es brutal: por un lado, se decreta la creación de nuevas áreas protegidas, y por otro, se les deja sin recursos, personal ni planes de manejo reales. Son decretos vacíos, caprichos políticos sin visión a largo plazo.
Mientras tanto, proyectos como Sembrando Vida, el Tren Maya y otros megaproyectos reciben el 75% del presupuesto ambiental. ¿Cómo es posible que asignemos más recursos a obras que han demostrado generar impactos ambientales negativos, en lugar de proteger lo que ya tenemos?
Más allá de los números: la verdadera crisis
La falta de presupuesto no es solo un tema de números, es una sentencia para nuestros ecosistemas. La selva que desaparece, los ríos contaminados, las especies en peligro de extinción y los suelos degradados son la consecuencia directa de un Estado ausente en materia ambiental.
Esta no es solo una crisis ecológica, es una crisis social, económica y moral. Sin un medio ambiente sano, no hay desarrollo posible, no hay calidad de vida, y no hay futuro.
Como bien señala Gina Ileana Chacón, coordinadora del informe: “Esos recursos son insuficientes para salvaguardar la diversidad biológica de México y garantizar el derecho humano a un medio ambiente sano.”
No se trata solo de proteger la flora y la fauna; se trata de protegernos a nosotros mismos. El medio ambiente no es una preocupación aislada de activistas o científicos. Nos afecta a todos: la falta de agua, el aumento de temperaturas extremas, las sequías y los desastres naturales cada vez más frecuentes no son accidentes, son las consecuencias de nuestra indiferencia.
“Ninguno de los sexenios analizados ha considerado al ambiente prioritario. El presupuesto refleja que el ambiente cada vez es menos importante para el Estado mexicano, incluso ante una crisis climática global”, afirma Gina Ileana Chacón, también directora de Políticas Públicas de Wildlands Network México, integrante de Nossa.
¿Qué pensamos en #PlanetaB?
La realidad es dura: ningún sexenio ha priorizado el medio ambiente, y hoy seguimos pagando las consecuencias de esa negligencia. Es una paradoja absurda que, mientras el mundo clama por acciones urgentes para enfrentar la crisis climática, México decida recortar su ya limitado presupuesto ambiental.
¿A quién beneficia este abandono? ¿Cuánto tiempo más podemos ignorar que sin ecosistemas sanos no hay economía, no hay bienestar ni estabilidad social? Cada peso que no se invierte en la conservación de nuestras áreas naturales protegidas es un peso que hipotecamos del futuro de las próximas generaciones.
La protección del medio ambiente no puede ser una promesa vacía, ni una prioridad secundaria. Es hora de que los ciudadanos, las organizaciones y el sector privado alcemos la voz y exijamos políticas públicas coherentes, transparentes y con visión a largo plazo.
Si el gobierno no actúa, nos corresponde a nosotros exigir cuentas y tomar acción desde nuestros propios espacios.
El tiempo se agota. No podemos seguir dándole la espalda a lo más valioso que tenemos: nuestros ecosistemas y nuestro futuro.
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